El síndrome de la máquina del tiempo averiada

Parece ser que ignorábamos, hasta ahora, que los productos de nuestras tiendas adolecen de un exceso de embalaje. Sorprendentemente, se espera la solución de la evolución futura del “diseño ecológico”. Si nuestras bisabuelas levantaran la cabeza…

Un misterio que, al parecer, ha quedado desvelado. Al menos, así nos lo presenta la investigación de la revista que edita la OCU, una organización de consumidores española. La forma en que esta revista aborda el problema es muy reveladora del estado real de la conciencia social sobre asuntos medioambientales:

Afirmaciones como la de que “El exceso de embalaje y el empleo de varios tipos de materiales en un mismo producto es más común de lo que parece” delatan una inconsciencia alarmante.

La revista de los consumidores también nos advierte de que “…además de hacer más difícil la selección de basuras y el reciclaje, consumen muchas materias primas.” Nunca lo hubiéramos imaginado. Cuando nos enfrentábamos a esa pelea inconfesable, a veces cruenta, con los embalajes de plástico irrompible de las pilas o de ciertos juguetes, lo intuíamos. Cuando,  repentinamente, se nos llenaba la casa de papeles, cartones y plásticos de todo tipo, después de haber hecho la compra, lo sospechábamos.

El reciente debate sobre el uso de las bolsas de plástico en los supermercados reveló ya lo que podríamos denominar el síndrome de “la máquina del tiempo averiada”. Porque nada hay más evidente como que no hay deshechos más reciclables que los que no se producen. Y muchos no se han producido hasta hace muy poco en nuestra historia.

No hay mejor reciclaje que el que no se necesita
No hay mejor reciclaje que el que no se necesita

Quizá sea necesario recordar que la profusión de embalajes actual es el fruto de una transformación que comenzó a gestarse hace unas cinco décadas en el comercio minorista de todo el mundo occidental.

En la búsqueda enfermiza de la eficiencia económica, los astutos estrategas empresariales revolucionaron la venta al por menor con el moderno y prometedor invento del autoservicio.

O sea que donde antes había un mostrador, tras el que se almacenaban los productos, y uno o varios empleados se encargaban de atender las necesidades de los clientes, ahora habría un espacio de libre circulación donde quedarían expuestos todos los productos de la tienda para que la clientela se sirviera sin más ayuda que la del cajero encargado de cobrar.

Miel postrevolucionaria
Minienvases de miel envasados en un blister

El nuevo invento requería mucha más superficie de tienda y mucha menos de trastienda, amén de nuevos equipamientos en forma de consolas, expositores y otras costosas inversiones pero, a cambio, se necesitarían menos empleados, y  menos cualificados, para vender a más clientes al mismo tiempo. Así que los promotores de la idea, supermecados y  grandes superficies, no regatearon esfuerzos para promover y consolidar el nuevo modo de vender. Los pequeños comercios que no supieran o pudieran adaptarse, morirían.

Mientras tanto, otra revolución se ponía paralela e inseparablemente en marcha, la de los envases. Debería haber uno por cada unidad mínima de venta, capaz de proteger el producto, enseñarlo y explicar sus características al mismo tiempo. Nació uno de los más terribles enemigos del medio ambiente: el blister, ese artefacto de cartón y plástico que puede albergar desde una cepillo de dientes hasta un martillo, desde un juguete a una morcilla.

Todo acabó sometido a la dictadura de este sistema que acabó por cambiar nuestras vidas. Ahora la OCU nos dice que el diseño ecológico “todavía” no ha llegado. Con el retrovisor histórico bien enfocado, habría que decir que el diseño antiecológico no debió llegar tan lejos.

La inmodestia histórica es una fatalidad de nuestro tiempos. ¡Qué difícil es volver humildemente sobre nuestros propios pasos errados!

¿No es cierto que nuestra revolución comercial ha traído una mayor degradación del medio ambiente? ¿ No se ha consumido mucha más energía y materias primas para la fabricación de artículos que la necesaria? ¿No nos ha traído paro y mecanización? ¿No ha eliminado miles de pequeñas tiendas familiares a favor de hipertrofiados “hipers“? ¿ No ha arrasado el tejido social y humano de los barrios?  Pues entonces, mal que nos pese, es que en algo nos habíamos equivocado. Si nuestras bisabuelas levantaran la cabeza nos recordarían los viejos, ancestrales modos de venta al por menor que jamás necesitaron de “diseño ecológico” alguno ni hizo nunca falta inventarlo.

1 comentario

  1. me encanta tu artícuclo
    es verdad que nos enredan como quieren para ver necesarias cosas que no lo son
    la miniaturización de los envases es una prueba evidente, nos crean la necesidad, para luego decirnos que no es necesario y vuelta a empezar

1 Trackback / Pingback

  1. Tweets that mention El síndrome de la máquina del tiempo averiada | El Arte de Recordar -- Topsy.com

Deja una respuesta

Your email address will not be published.


*