Crítica ecológica a una campaña ecologista
Es una pena que la imprescindible sensibilidad ecológica se desvirtúe, hasta el absurdo, cuando se contamina por la ligereza del marketing circundante. Un reciente informe de Ecologistas en Acción sublima sus conclusiones en el impactante eslogan “4×4 = – PLANETA”. Es la punta de lanza de una intensa campaña de concienciación sobre la supuesta amenaza ecológica de los vehículos 4×4, cuyo incremento de ventas es evidente.
Lo primero que me viene a la mente es que, al parecer, una tecnología como la tracción integral, desarrollada durante décadas para adaptar los vehículos al terreno, y no al revés, estaba alejándose, sorprendentemente, de lo deseable, que no era otra cosa que las bien pavimentadas – y urbanizadas – carreteras, autovías y autopistas.
El informe nos habla de proteger el “medio natural”. Una consideración extraña, ya que reconoce también que la mayoría de los 4×4 no salen de la carretera. Confiemos en que no sea para desentenderse del medio urbano. En ese mismo principio falaz se escudan quienes practican una política de hechos consumados con respecto de cualquier atropello urbanístico, puesto que el “medio natural” que fue ya no es tal y, por tanto, ya no necesita ser protegido. Demos por hecho que todos entendemos, incluso Ecologistas en Acción, que la Tierra es un todo y no un conjunto de espacios aislados entre sí.
Por supuesto, una óptica verdaderamente ecologista debería, en mi opinión, analizar el comportamiento de los ciudadanos, personas e instituciones, antes de calificar y juzgar a objetos y productos. Es decir, distinguir claramente entre actos sostenibles e insostenibles. Por otra parte, y aún ciñéndonos, sólo, a la calificación que merecen los vehículos en sí, el informe es un absoluto desastre. Para empezar, porque no llega a definir siquiera las categorías de vehículo de las que habla. ¿Qué es un 4×4? ¿Y un todoterreno? ¿Y un todocamino?
En todo caso, si entramos en esta cuestión, habremos de mirar a los ojos del fabricante, no a los del usuario, que suele ser la víctima de la publicidad de aquél. En este sentido habría que preguntarse si la política fiscal emergente está bien orientada, o simplemente, va por el camino fácil. Pero, aún más, ¿es sostenible un coche, y por ello, exento de penalización fiscal, porque emita más o menos gramos de CO2 por kilómetro, medido además en condiciones de laboratorio? Este enfoque es peligrosamente simple y sólo se puede entender como instrumento recaudatorio de fácil aplicación, no como el resultado de un análisis ecológico serio. A pesar de ello, Ecologistas en Acción se expresa como si fuera el ponente de la nueva fiscalidad – ¿lo es? -, muy lejos de la necesaria actitud crítica hacia la nueva ley. Me cuesta creer que ningún ecologista reconozca en ella un logro destacable.
Ni el consumo de energía ni la emisión contaminante, cuantificadas por kilómetro, nos dice mucho. Comparemos dos ejemplos. Por un lado, una familia de cuatro miembros que usa, a todas horas, sus tres coches en la atascada gran ciudad, – todos ellos por debajo de los 120 g/Km de emisión de CO2, es decir, exentos del nuevo impuesto- y que, además, viaja, a menudo, en avión. Por otro, una familia de cuatro miembros, que se desplazan siempre en transporte público o bicicleta, y cuyo único coche, un 4×4 que emite 250 g/Km de CO2, se utiliza, una vez al mes, para hacer turismo rural y senderismo, mientras los pequeños aprenden a amar la naturaleza y a comprender sus delicados equilibrios.
Es obvio que la valoración ecológica de cada caso no puede hacerse atendiendo al índice de emisión de los vehículos. La preocupación por la sostenibilidad ha de atender a la contaminación y al consumo energético que cada persona o entidad provoque con sus actos, sumados a los beneficios o perjuicios ecológicos que aporten éstos. Si además, computáramos aquellas acciones que inciden sobre la renovación de la cultura ciudadana hacia su compromiso definitivo con la ecología, es decir, los actos que resultan educativos, el coche del último ejemplo debería ser primado y no penalizado.
Resulta mucho más significativo dsitinguir entre vehículos más o menos eficientes en el aprovechamiento de la energía. Es un hecho que, para el mismo trabajo y rendimiento – peso transportado en personas o mercancías, distancia recorrida y tiempo empleado – unos consumen más que otros. Lo mismo podemos decir de las emisiones contaminantes. Cabría penalizar, por tanto, a los vehículos que no alcancen un determinado índice de eficiencia. Es verdad que el informe, pese a la simpleza de sus conclusiones, incorpora, aunque muy de pasada, esta consideración. Pero no dice nada que las propuestas legislativas no hayan incorporado ya. Si hiláramos más fino, como debería haber hecho Ecologistas en Acción, habría que evaluar también la eficiencia en sí del transporte utilizado, puesta en relación con las necesidades reales de desplazamiento y velocidad de cada caso. Obviamente, no es lo mismo utilizar un helicóptero para trasladar a un herido grave al hospital que un gran turismo para ir de compras diariamente. Como no es lo mismo desplazar víveres en barco a una isla golpeada por una catástrofe que llevar caviar en un yate a una escondida cala paradisíaca.
Asimilar el 4×4 así, engeneral, al perjuicio ecológico, además de lo ya expuesto, supone confundir al consumidor, culpando a un desarrollo técnico muy loable, como es la tracción alas cuatro ruedas, de la contaminación incontrolada y la agresión medioambiental, de la que puede responsabilizarse igualmente a motos, turismos, camiones, furgonetas, quads, pickups, aeroligeros, reactores y a cualquier motor que consuma energía no renovable o emita residuos no inocuos. Mejor dicho, a los usos que de ellos promovamos. Es imprescindible denunciar y perseguir los comportamientos insolidarios o insostenibles. Todos y sólo ellos. Generalizar la presunción de antiecologismo a todo usuario de 4×4 es tan injusto como estúpido, pues Ecologistas en Acción se acusa, con ello, a sí misma. Pero volvamos al informe y puntualicemos un poco más.
Respecto de la seguridad, no cabe mayor disparate que la – ¿cándida? – comparación que los autores del informe nos ofrecen entre los distintos tipos de tracción, sin atender al tipo de terreno ni al tipo devehículo, ni a su estado. Un todoterreno es menos seguro que un turismo, sí. Pero sólo en vías rápidas asfaltadas. Se omite señalar que en caminos sin pavimentar o deslizantes sucede justamente lo contrario, sin mencionar que la mayoría de todoterrenos no pueden rodar nunca a velocidades elevadas. No he dicho 4×4 porque, y este es otro olvido imperdonable del informe, existen turismos 4×4, no todoterreno, que son , en todo caso, más seguros que sus homólogos de tracción a dos ruedas, también en carretera.
Según se desprende del informe, los caminos rurales se estropean con el paso de carros y vehículos, pese a que, sin embargo, son ellos los que los han mantenido abiertos con su paso,durante siglos, hasta ahora. Eso sí, el informe pasa por alto los tractores, seguramente inocuos, siempre que no sean 4×4, claro. Una excepción necesaria, quizá. Es de suponer que, de paso, acabarán siendo excepción los coches todoterreno de cuantos caciquean las comarcas para su explotación y disfrute en exclusiva, no siempre en condiciones legales.
Son muchas las muestras de insolvencia del informe, como, por ejemplo, ignorar que la erosión del suelo es uno de los efectos del deslizamiento de los neumáticos, lo que sólo un 4×4 puede evitar en firmes no pavimentados. O temer que los todoterrenos “formen surcos” en los caminos, olvidando que cualquier tractor medio de uso agrícola o forestal puede triplicar su peso. O como la insólita mención a los puentes romanos. Según el informe, éstos podrían dañarse, ya que no fueron concebidos para el peso de un todoterreno. Sobra aclarar que, todavía hoy, hay muchos tramos de carretera en Europa donde los vehículos pesados, aún más pesados que los tractores, han de desviarse precisamente por el puente romano, única vía capaz de soportarlos.
¿Por qué un documento, supuestamente informativo y objetivo, está lleno de tan abultados errores y tan graves omisiones? Resulta despectivo para los ciudadanos a los que pretende alertar y para los ecologistas que tanto han luchado para que la sociedad les tenga en cuenta. Con tan gruesos trazos y con teorías del punto gordo no será cómo avancemos en la necesaria concienciación sobre los problemas medioambientales. Falta saber qué lleva a una institución supuestamente seria a intentar adoctrinar a los consumidores con semejante ligereza e imprecisión.Ver los relucientes pickups 4×4 rotulados con el logo de Ecologistas en Acción en las áreas rurales no ayuda a despejar dudas, sino que las aumenta.
Lo único cierto es que estamos dañando el planeta de forma alarmante y que, puestos a simplificar, ya que las carreteras dañan el planeta y los coches que no son 4×4 las necesitan, ¿porqué no haber concluído, con la misma necedad, que 4×4 = +PLANETA ?
Seamos responsables, claro que sí, de una vez por todas, con los medios de transporte que utilizamos. Y con los medios de comunicación, que también pueden contaminar, y mucho. La desinformación es siempre peor que la falta de información. “Lo ecológico vende”, se nos dice en el informe, señalando acusadoramente a la publicidad irresponsable. Nada más justo. Pero, paradójicamente, Ecologistas en Acción nos obsequia con una campaña preñada de los mismos vicios. Como en la de cualquier producto milagro, también se justifica a sí misma mediante un sesgado y supuestamente sesudo informe. No seré yo quien juzgue la intencionalidad de semejante desatino, pero, por el bien del planeta, como simple ciudadano preocupado por la peligrosa espiral en que nos encontramos, me gustaría que, al menos en temas tan relevantes, no caigamos en la mercadotecnia fácil de la frase ingeniosa, o perderemos la limitada credibilidad que tanto ha costado alcanzar frente a tantos intereses antiecológicos. Si invertimos la vieja consigna y nos dejamos llevar por un absurdo “piensa local, actúa global”, estamos perdidos.
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La demagogia consiste en hacer recaer la responsabilidad al usuario final. Si los todoterreno son tan malos ¿por qué no se impide (por ley) sencillamente su fabricación? Es como el exceso de velocidad. ¿Por qué no se impide (por ley) a los fabricantes hacer vehículos que sobrepasen los 120 km/h? Es demasiado evidente comprobar que hay un afán recaudatorio en todas estas inverosimilitudes amparándose en un falso proteccionismo al medio ambiente y a la seguridad de los pasajeros de los vehículos que nos transportan.