Meliá en la Onda

Carlos Herrera

Herrera:
“Gracias por traernos aquí, querido Luis”

El equipo de “Herrera en la Onda“, matinal que Onda Cero emite diariamente, se aloja en los mejores hoteles de la cadena Sol Meliá, desde donde, cada cierto tiempo, realiza su programa. Desde esas placenteras atalayas lanza Carlos Herrera sus más sentidas apologías sobre la empresa hostelera, cumpliendo con un contrato de promoción que hipoteca la independencia del periodista y de sus colaboradores.

Es Herrera, Carlos, como a él legusta decir, o Don Carlos, como a tantos admiradores les gusta llamarle, uno de esos tipos cuya personalidad arrastra a quienes le rodean, una voz de radio preñada de ingenio, un hombre nacido para ser escuchado.

Es un periodista cuyo éxito como comunicador le ha valido la licencia para transgredir guiones, tópicos y estereotipos, gozando de un privilegio que muy pocos logran. Un mérito que le pertenece. Pero no ha podido evitar vender su portentoso talento al mejor postor, cayendo como todos sus colegas también coronados por la audiencia, en uno de los vicios más vergonzosos de los llamados líderes de opinión, de cuya especie es Herrera, sin duda alguna, uno de sus más reconocidos representantes.

No se trata de su sesgo ideológico, ni de la valoración que merezcan sus guiones, sus prontos, sus excesos o sus liviandades. No. Es una simple crítica a su impúdica complacencia con la tendencia endémica que el periodismo padece hacia la prostitución a favor del anunciante.

Hotel Gran Melia Palacio de Isora - Tenerife

No es el único. Hay una larga escuela, cuyo máximo exponente ha sido, durante décadas, Luis del Olmo, otro de los grandes usuarios, por tanto beneficiarios de este toma y daca que rebasa con mucho el decoro que un informador ha de mantener en aras de su independencia, por cierto, muy presumida por ambas estrellas de la radio.

Viajes, hoteles, comidas, homenajes, saraos, ferias, y toda clase de agasajos son válidos como manifestación de la hospitalidad y el homenaje popular. Los lugares de toda España compiten en ofrecimientos para ganar el favor y la presencia de la estrella, siquiera sea por un día.

Sol Melíá tiene algo, hoy por hoy, más valioso que ofrecer que los demás. Lo comprendemos. Y si se me acusa de envidioso, no lo negaré. Pero eso no me quitará el derecho a indignarme por ver cómo el periodismo ya ni se molesta en disimular.

Y digo yo. ¿Cómo puede alguno de estos grandes profesionales decir, sin que le tiemble el micrófono, que un político no sólo debe ser honrado sino que también ha de parecerlo?

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