Las elecciones primarias del PSOE madrileño dan carnaza a los opinantes de guardia que, obsesionados por las pugnas partidistas, ningunean a los votantes.
¡Postzapaterismo! ¡El principio del fin llega desde dentro! ¡Voto de castigo para Zapatero! ¡Varapalo a Ferraz! ¡Humillante derrota del Presidente del Gobierno! ¡El partido socialista está roto! Sin aparentes dudas, muchos periodistas, tertulianos y toda clase de opinantes públicos se han lanzado a despellejar al supuesto moribundo de la Moncloa, tumbado por la mano de uno de los suyos, Tomás Gómez, el díscolo y rebelde secretario general del partido en Madrid.
No hay una sola oportunidad que se desaproveche por los cronistas del morbo poítico y mucho menos por quienes pueden salir directamente beneficiados, en su caso, para agitar la opinión pública a favor de sus tesis partidistas y sectarias. Es deprimente la horfandaz informativa que aqueja a nuestro país, asolado por los eternos culebrones mediáticos, nutridos por los últimos vaivenes de la retórica oportunista de unos y otros. Aunque a eso se le llama prensa política, se parece demasiado a la mera industria del entretenimiento y, aún peor, a la manipulación propagandística.
Las elecciones primarias del PSOE de la Comunidad de Madrid, finalmente resueltas con la victoria del candidato Tomás Gómez sobre su adversaria Trinidad Jiménez, son la nueva excusa para alimentar la confrontación pública entre partidarios del partido en el poder gubernamental y los seguidores del partido opositor, el Partido Popular. Por supuesto, hoy por hoy, no hay prácticamente otro tema más apetecido, ni siquiera las demás opciones partidarias tienen apenas cabida en los guiones sensacionalistas que pueblan la infosfera.
La historia de las primarias socialistas es mucho más simple y, quizá, mucho más trascendente que la que se nos pretende vender por los divos mediáticos. Hace 16 años que el Partido Popular gobierna en la Comunidad de Madrid, convertida en un bastión del partido de los conservadores, primero bajo la presidencia del hábil seductor Ruiz Gallardón y después con la aún más eficaz e inteligente comunicadora, presidenta Aguirre.
Una y otra vez, el PSOE no encuentra la persona que descerraje el dominio del PP. Rafael Simancas fue el último derrotado por Esperanza Aguirre, quien tras arrebatar el poder a los socialistas tras una oscura maniobra parlamentaria, parece hacerse más y más fuete con cada proceso electoral. Fue sustituído por Tomás Gómez, un exitoso alcalde del cinturón sur del gran Madrid, cuyo talento sólo conocían los más allegados y los militantes del partido que le auparon al liderazgo regional. Una nueva convocatoria electoral está en el horizonte cercano y nadie apuesta ni un céntimo por ese desconocido Gómez frente a la omnipresente y todopoderosa Aguirre. De hecho, Tomás Gómez está, al contrario que ella, absolutamente ausente de los medios.
La maniobra “Trini”, orquestada por el bajo perfil público de la candidatura de Gómez, ha provocado , gracias a la voracidad sensacionaalista y veleidosa de los medios de comunicación, su propio vaciado.
El PSOE parece condenado, una vez más, a resignarse a la inevitable derrota. Rodríguez Zapatero, consciente de la importancia del asunto, patrocina una estrategia, una más, para intentar alterar lo inalterable. Trinidad Jiménez, actual ministra de Sanidad, una de las mujeres más prominentes y populares del PSOE, cuya personalidad siempre ha cautivado a las audiencias, acepta el encargo de ser la candidata que se enfrente con Aguirre, en sustitiución del apagado Tomás Gómez, aparentemente mucho menos equipado para ganar las elecciones. Sin embargo, el sectretario general del PSOE madrileño no acepta retirarse, convencido de que si consiguiera la atención de los medios hacia su persona, que le es esquiva, su capacidad como líder le daría suficientes opciones a la victoria. Esta resistencia fiuerza al partido a celebrar primarias entre los dos aspirantes.
Rodríguez Zapatero, junto a los demás dirigentes federales del PSOE, desean, lógiocamente, que sea Jiménez la ganadora, para poder disputar con alguna opción la presidencia de la Comunidad de Madrid y no solo no lo ocultan, sino que le dispensan cuantos apoyos pueden brindar. Pero entonces ocurre lo impensable. Los medios de comunicación encuentran en esta pugna la carnaza ideal para alimentar sus títulares y se embarcan en un culebrón que, durante meses, calentará las primarias madrileñas. La luz de los focos ilumina por fin, y de qué forma, a Tomás Gómez quien no desaprovecha ningún micrófono, ninguna cámara. Los ciudadanos madrileños, a quienes la ministra de Sanidad, cae muy bien, descubren en Gómez un político de izquierdas moderado, sugestivo y dotado de una gran personalidad. Los votantes del partido también. La maniobra “Trini”, orquestada por el bajo perfil público de la candidatura de Gómez, ha provocado , gracias a la voracidad sensacionaalista y veleidosa de los medios de comunicación, su propio vaciado.
Tomás Gómez ha sido, aunque con un estrecho margen, el ganador de las primarias. La apuesta de Rodríguez Zapatero no estaba equivocada, como tantos quieren señalar. Sólo que hubiera sido innecesaria si los líderes de opinión y muchos programas informativos se hubieran ocupado de informar de la existencia de un emergente e interesantísimo líder socialista en Madrid. Que ahora lo sepa todo el mundo es, para el PSOE, una buena noticia, y para Zapatero también. Eso sí, ¡pobre Trini!
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