Periodistas, alcaldes, ministros, jefes de estado y gente guapa asisten esta semana a la capital danesa donde se la juegan las ciudades candidatas a sede olímpica. Dos meses después se celebrará en el mismo lugar un debate, del que apenas se habla, donde se la juega todo el planeta.
El Congreso del Comité Olímpico Internacional se abrirá el sábado 3 de octubre en Copenhague. Cuatro ciudades compiten para acoger los Juegos Olímpicos de 2016, Chicago, Madrid, Río de Janeiro y Tokyo. Cada una de ellas apura sus últimas bazas, desplegando hasta la extenuación su ya casi exhausta capacidad de seducción ante los miembros del COI para ganar su voto. La delegación española, por ejemplo, se nutre con nuestros más altos representantes (más altos no hay). Desde el sonriente alcalde de la endeudadísima capital española hasta el mismo rey Juan Carlos, que igual sirve para un roto que para un descosido, pasando por el presidente del gobierno del estado o la presidenta de la Comunidad de Madrid.
Algo va a suceder en Copenhague después del tinglado olímpico que más valdría la atención de tantos mascarones de proa capaces de influir en las conciencias.
Tanto plumaje raya lo grotesco. Ensayos secretos de estratégicas presentaciones, rutilantes campañas de imagen, relaciones diplomáticas al rojovivo, análisis de probabilidades, debates, apuestas, nervios y, por supuesto, gran pompa mediática (que no falte) son parte de los signos externos de esta especie de pelea concelebrada por lucir el aura olímpica y disfrutar de sus mieles. Pocas veces, si es que hay alguna, se ponen en juego tantos y tan costosos recursos para influir en una decisión puntual. Todo sea por que sea la ciudad de cada cual la gozosa elegida.
Pero Copenhague no cierra el gran tinglado internacional tras el rito del COI. Algo va a suceder después que más valdría la atención de tantos mascarones de proa capaces de impactar en las conciencias. El 7 de Diciembre de 2009 se alzará el telón de la Cumbre Mundial del Clima, quizá, la última oportunidad para la esperanza de trabajar unidos.
Más valdría contener entonces la respiración por ver si somos capaces entre todas las ciudades, olímpicas, paralímpicas, megapólicas o raquíticas, entre todos los talentos, deportivos, cognitivos o consultivos, con todas nuestras fuerzas, de mimar como merece la llegada del año 2016 y, si fuera posible, de los siguientes.
A diferencia del lema olímpico, en lo que se refiere al cambio climático, para mal o para bien, lo imposible es no participar.
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