El FMI advierte sobre la inminente caída del PIB mundial, el primer retroceso del crecimiento económico global desde la 2ª Guerra Mundial
Por fin parece cesar el implacable crecimiento que las economías occidentales habían impuesto al mundo desde los años cincuenta, el punto de inflexión marcado por el nacimiento y posterior gigantismo social de la televisión, verdadero acelerador del consumo y de la concentración de capitales. El mundo no ha parado de multiplicar la producción desde entonces aunque, por desgracia, no ha servido más que para desequilibrar trágicamente a los pueblos de la Tierra y, lo que es aún peor, a la Tierra misma, hasta amenazar el futuro de nuestra civilización.
Los insistentes mensajes que, desde todos los ángulos del poder político y financiero, han pretendido, siguen pretendiendo hacer del crecimiento un bien indiscutible, un tótem para la felicidad colectiva, están equivocados. Mejor dicho, muchos están equivocados, otros simplemente están interesados, metálica y groseramente interesados. Afortunadamente aún hay quien persiste en remar contra la corriente porque no quiere renunciar a la incómoda verdad.
El crecimiento desaforado ha desatado la ambición de unos pocos y la desesperación de los desheredados. Jamás resolvió el paro, porque se alimentó de él. No redimió África, porque la necesitaba como fuente de hombres y riqueza, y sumidero de vergüenzas. Ha desfondado nuestras reservas de energía, nuestras materias primas y nuestra naturaleza. Ha multiplicado hasta lo dantesco la basura y el veneno del agua, desperdiciando el ingenio, el trabajo y sus frutos, hecho el aire irrespirable, los niños adictos, el arte una farsa, la enfermedad un negocio, las armas una plaga y la injusticia una religión.
El crecimiento desaforado ha desatado la ambición de unos pocos y la desesperación de los desheredados.
No habrá energías alternativas capaces, ni contención de contaminación suficiente, ni reciclaje eficaz, ni protección natural bastante, ni progreso técnico brillante, si no dejamos de tirar la energía, si no frenamos nuestro consumismo compulsivo, nuestra aplastante expansión urbanita, nuestro patético sentido de la civilización, nuestro irracional anhelo por la cantidad.
Cuanto más, peor, pese a quien le pese. Hoy, por fin, tenemos una buena noticia.
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