El Pabelón Puente, una de las obras más originales y significativas de Expo Zaragoza, dejará de albergar la impresionante exposición sobre el derecho humano universal al agua, para convertirse en un museo de arte privado y en un activo emblemático de Ibercaja.
Al parecer, las obras y espacios de comunicación de Expo 2008, sólo pueden esperar uno de dos únicos destinos posibles. Desaparición y olvido o privatización y explotación alternativa. Por supuesto que la segunda alternativa es todo un privilegio, reservado sólo a las que, en su día, ya fueron concebidas como grandes inversiones inmobiliarias de enorme potencial futuro para las grandes corporaciones privadas. Es el caso, como ejemplos más significativos, de la Torre del Agua, del arquitecto Enrique de Teresa, adquirida por la CAI , Caja de Ahorros de la Inmaculada, o el del Pabellón Puente, una singular obra sobre el río Ebro de la arquitecta de origen iraquí, afincada en el Reino Unido, Zaha Hadid, cuyo titular será Ibercaja.
La verdad es que, así como La Torre del Agua, pese a su notoriedad, es una obra genuinamente insostenible, vertical, hueca, inhabitable y, por tanto, totalmente incoherente con el mensaje y contenidos expositivos de Expo 2008, el Pabellón Puente reune rasgos radicalmente diferentes si no opuestos. Es una obra horizontal, unión de dos orillas, comunicativa y de uso social y compartido por su intrínseca naturaleza.
La megalomanía de su espíritu arquitectócnico, un indiscutible exceso si pensamos en la mera funcionalidad de un puente, ha quedado compensada, incluso plenamente justificada por el uso que se ha hecho de la obra durante la exposición internacional zaragozana. Una exposición verdaderamente valiosa ha podido ser contemplada por cientos de miles de visitantes. Una auténtica sinfonía multimedia, magníficamente orquestada por Ralph Appelbaum Associates, probablemente los mejores diseñadores de museos del mundo, cuyas luces y sonidos se sublimaban en un grito nítido y pertinente. Una mano sobrfe el Ebro alzada a favor de algo simple y elemental. El agua es un derecho humano por el que es imprerscindible luchar. Tan imprescindible como el propio mensaje que ahora, a la finalización de Expo Zaragoza, es silenciado para siempre.
Incomprensiblemente, aquello que podría y debería ser una herencia testimonial de un evento tan banal en tantas cosas como digno en otras, muere para gloria del concurso convocado por Ibercaja para el que será su nuevo y flamante museo. Esperemos que algún día la gente de a pie seamos capaces de rechazar con nuestro desdén y falta de audiencia cuantas iniciativas privadas abusan de su capacidad financiera para hacernos creer en su sincera vocación social. Hay que reconocer que el sector de la banca es experto en este tipo de políticas de imagen. Bien podría, al menos, haber aprovechado Ibercaja un uso de cuyos objetivos nadie duda. Pero ni siquiera.
Un nuevo hito en la gran contradicción en que Zaragoza ha caído, como tantas otras ciudades antes y, si no lo evitamos, muchas otras después.
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