Maurizio Carlotti, vicepresidente de Antena 3, defiende a ultranza la publicidad de los “ataques” de la Comisión Europea, en una clara muestra del síndrome de Estocolmo que puede afectar a los gestores de los medios de comunicación.
Que Carlotti, un hombre dedicado al negocio publicitario del grupo de Berlusconni la mayor parte de su carrera, defienda las estructuras de la publicidad, no puede sorprender a nadie. Pero que lo haga en nombre del derecho ciudadano a la libertad, resulta francamente provocativo. Y que lo haga desde la privilegiada tribuna de “La Cuarta Página de El País” es, definitivamente, grotesco y vergonzoso. No sólo porque Carlotti no tenga precisamente una pluma brillante, sino porque su recorrido profesional desautoriza su opinión sobre este asunto, al menos, como refrencia mínimamente objetiva.
¿Qué sentido tiene proteger a alguien de un regalo? ¿De un regalo evidentemente agradecido, ya que nos pasamos de promedio más de tres horas y media al día frente al televisor? ¿De algo que no nos cuesta, que se puede tirar sin prejuicio, ya que no se ha pagado por ello? -Maurizio Carlotti
A caballo regalado, no le mires el diente, dice el proverbio. Lo normal es que el diente no nos guste pues, como todos sabemos, poco o nada se regala ya en un mundo donde se cobra hasta por preguntar. Sin embargo, don Maurizio insiste en recordarnos que la tele, gracias a la publicidad, se regala. Indignado por la pretensión de la comisaria europea Viviane Reding de perseguir los excesos publicitarios, se pregunta qué recelo habíamos de tener los destinatarios de tal obsequio. Además, nos hace ver el alto valor de lo regalado, más de tres horas y media de televisión diaria. Es de agradecer, la verdad. Sin publicidad se iba a quedar en nada y no sabríamos qué hacer con nuestro tiempo, ¿no?
“¿No le parecería más sensato, señora Reding, gastar los esfuerzos y los recursos de la euro-burocracia en (…) estudiar las consecuencias de las adicciones a videojuegos en el equilibrio psicofísico de los menores?” -Maurizio Carlotti
Curiosamente, en el mismo ejemplar de El País donde, injustamente, se da pábulo al artículo de Carlotti, encontramos una noticia que bien podemos emparentar con él. La compañía Telefónica, multada por suscribir contratos con niños. Los telespectadores más pequeños se encuentran entre los más acosados por una publicidad saturada de móviles y videojuegos, que ni siquiera se preocupa por su salud. Me pregunto si, quizá, la publicidad televisiva habrá tenido algo que ver con estos y otros excesos. Carlotti no debe ver sus propias emisiones porque afirma sin ningún rubor:
“¿De verdad considera la señora Reding que los ciudadanos deben estar “protegidos” de la publicidad? ¿Es acaso la publicidad infecciosa? ¿Dañina? ¿Peligrosa? ¿Contaminante?” – Maurizio Carlotti
Pues resulta que sí, que la publicidad es infecciosa, se extiende sin freno por todas partes, nos invade en lo más íntimo y engulle todo el espacio público disponible. Es dañina porque fomenta el consumismo compulsivo e impide la reflexión. Es peligrosa porque llegamos a acostumbrarnos a ella, a su dominio y a su omnipresencia. Y es contaminante, porque ha ensuciado nuestras ciudades, nuestros paisajes y nuestros silencios. Además es un derroche inmenso de recursos y el mayor enemigo de la independencia periodística.
En mi opinión, los ciudadanos deben estar protegidos de la publicidad y de toda influencia que, abusando de la capacidad mediática de la televisión, se pretenda ejercer sobre ellos. Al contrario de lo que, hipócritamente, afirma Carlotti, el consumidor no está informado gracias a los anuncios televisivos, cuya programación incurre, además, en una manisfiesta injusticia por la honda discriminación que sufren los artículos cuyas empresas no ganan la puja publicitaria.
Es verdad que no podríamos ver Antena3 gratuitamente sin la existencia de la publicidad. También es verdad que si pagáramos por sus servicios, en lugar de aceptar la invitación de quienes sólo pretenden moldear nuestra voluntad, podríamos aspirar a la verdadera libertad. Aquella que se consigue con una información también libre. Incluso podríamos tener información sobre lo que consumimos y sobre lo que planean que consumamos mañana.
Claro que si Maurizio Carlotti puede escribir, cuando lo desee, toda una página de opinión de El País, és que la publicidad sigue siendo la reina indiscutible.
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