Nada más efímero, nada más provisional e insostenible que un evento como la Expo de Zaragoza. Sus millones de kilos de acero, plástico y hormigón quedarán muy pronto reducidos a sus elementos más sobresalientes, salvados en solitario, desnudos de banderas, luces y cartelas, mudos de músicas y bullas festivas.
Es curioso, sin embargo, que el evento que ha revolucionado Zaragoza esté dedicado por entero a la propagación de mensajes por la sostenibilidad de nuestra civilización, enredada en un crecimiento desenfrenado que trae los peores augurios para el futuro.
Sostenible es todo lo que puede mantenerse por un tiempo indefinido, todo lo que puede reabastecerse indefinidamente para reponer los recursos que ha consumido o destruido
Cuando, como tantos otros, visité recientemente la exposición internacional, lo hice convencido de sumergirme en una especie de parque de atracciones temático. Para miles y miles de visitantes, familias completas aramadas de cantimploras y bocatas, maños perplejos perdidos entre planos y azafatas, niñería múltiple tragando ilusionados las colas imposibles, acalorados todos, también se trataba de una versión lúdica de una excursión más o menos cultural. Como mucho, un tour virtual por los paísers del mundo.
En el pabellón de Bélgica quedé impactado por una escultura en bronce de un autor del que, confieso, no sabía nada, cuyo centro argumental, envuelto en un entorno intensamente expresivo, siete bañeras llenas de agua alineadas bajo una tenue penumbra, es un hombre inmerso en el agua de una de ellas que trata de escribir con su dedo índice un misterioso mensaje sobre la superficie del agua. La rigidez del bronce inmovilizaba para siempre un gesto inútil y, a la vez, desesperado.
En Zaragoza, el agua es el centro de un grito que clama por mundo más justo. Por poco tiempo, muy poco, quizá demasiado poco, porque cuando las arcas, llenas para tal fin, dejen ya de tapar el inmenso sumidero por el que se deshace la Expo, en su absoluta insostenibilidad, y la fiesta se acabe, el grito callará.
¿Habrá entonces sido Expo 2008 también sólo un mensaje escrito sobre la fugaz superficie del agua que la inspira?
“De man die op het water schrijft”
“El hombre que escribe sobre el agua”
–Jan Fabre (Amberes, 1958)
C O N T I N U A R Á …
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