El valor de los activos del progreso mundial es mucho menor que el del dinero que lo representa, pero mucho más real. Los rescates financieros insuflan aire en la misma burbuja pinchada.
El dinero es ya muy viejo. Al menos mucho más viejo que el más viejo de los viejos que habitan nuestro mundo. Su éxito ha sido extraordinario, inigualable. Si hubo antaño, quizá, alguien que recelara de su valor como sustituto del trueque, hoy no lo hay. Más allá de cualquier expectativa soñada por quienes lo inventaron, hoy sirve para pagar casi todo lo que un humano puede conceder, ceder o prestar a otro. Y en tan alto aprecio lo tenemos, que casi todo puede tener ya su medida. El mundo respira dinero.
Hace poco más de un año, un escandaloso asunto entre prestamistas de Estados Unidos arruinó a los menos listos. Al parecer, esto trajo como consecuencia que unos cuantos banqueros se fueran a pique por verse poseedores de papeles sin valor, que no verdadero dinero. Así que unos miles de incautos ignorantes perdieron su dinero, que creían en buenas manos. Desde entonces, tras unas cuantas carambolas más de grandes mercaderes del mundo, ya nadie confía en nadie y el dinero, todo el dinero, ha desaparecido.
Alguien lo debe mantener retenido u oculto. Pero si, tal como quedamos hace ya mucho, aún siendo muy vil no es ya de metal, ni precioso, sino un vulgar referente de aquello que representa ¿por qué nos asustamos tanto? Puesto que los bienes tangibles del gran inventario del mundo deben seguir ahí, ¿por qué nos recorre un escalofrío cuando miramos los titulares de los periódicos? Me temo que todos empezamos a intuir la verdad. No era dinero auténtico, era dinero inflado. Le sobraban los ceros añadidos por los especuladores en sus vacíos cruces de apuestas. Las malditas burbujas que consentimos hacer a los niños malos y listos de la nueva economía.
Resultará al final que todos somos incautos ignorantes. Si es así ¿no estaremos reponiendo los billetes falsos con falsos billetes mediante las pomposas inyecciones financieras de los gobiernos? ¿Más de tres y medio billones de euros en billetes falsos?
Pero no pregunten. Correrán el grave riesgo de que les contesten.
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