Elecciones en Madrid
Otra vez votamos, al menos los madrileños, al menos los madrileños que puedan…y les apetezca hacerlo. Bueno, pues de acuerdo en que no son elecciones al gobierno planetario, sino solo las elecciones locales de esa pequeña región central de ese país tan curioso, que no es ni grande ni pequeño, ni rico ni pobre, ni potente ni impotente, dicen que divertido para quienes lo visitan, dicen que placentero para quienes lo saben disfrutar, dicen que atractivo para quienes se lo parezca, dicen que contradictorio aunque otros lo contradigan.
Madrid no es más ni menos que Madrid. Por más que nos empeñemos, estas elecciones no extinguirán la pandemia mundial, no resolverán el paro, ni el coyuntural ni el eufemísticamente llamado estructural, ni harán más felices a los niños, ni a los viejos, no harán que llueva el maná de nuestros sueños cumplidos , ni abrirá los ojos de los que no quieren ver, ni cerrará los de quienes miran, esperanzados o aterrados. Estas elecciones no darán la razón a nadie porque la razón no se vota, sólo repartirán poder, un poder pequeño, provinciano, en un mundo más global que nunca. Habrá quien consiga ese miserable placer efímero y traicionero de la victoria de unos ciudadanos sobre otros y quien rabie disimuladamente de envidia.
Cuando acabe el ritual que nos convierte en armas de una justa neomedieval entre esos caballeros y caballeras a los que, por unos días, nombramos como nuestros particulares héroes, abandonaremos el juego de engañarnos todos y entre todos. Porque todos nuestras ilusiones seguirán insatisfechas, nuestros miedos ilesos y la fe en una política útil y humana se habrá resquebrajado un poco más, una vez más, porque todos, rojos, azules, morados, naranjas, verdes, grises o arcoiris sólo queremos una casa digna, un trabajo decente, una salud sostenible, un planeta vivible, una vida más o menos segura, familia, amigos, presente y futuro, así que todos tendremos razón.
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