Los ataques personales contra la activista sueca evidencian su fortaleza y subrayan su trascendencia
Nunca me había interesado realmente por el síndrome de Asperger. Fue viendo una de las mini conferencias de TED en YouTube, cuando supe por primera vez de la existencia de Greta Thunberg y de su confesado síndrome psíquico. Reconozco que su discurso, hierático y a la vez brutal, me impactó. Apenas acabé de escuchar su intervención, me pregunté qué relación podría tener el Asperger con la peculiar forma de expresarse de esa sueca tan singular.
Tras ilustrarme en lo que he podido sobre el significado de este tipo de síndrome, creo haber captado algunas de las claves que constituyen la peculiar manera que Greta tiene de expresar sus ideas en público, tan alejada de cualquier estereotipo de la adolescencia. Su excepcional y poco usual talante, su monotonal habla y su pose tan indefinible como imponente.
Pero más allá de lo que supone para su retórica comunicativa el perfil psicológico de la Thunberg, que ya se ha demostrado capaz de atravesar todas las cortinas mediáticas y, con suerte, las de muchas conciencias, el síndrome de Asperger puede haberse convertido en uno de sus aliados más temibles frente aquellos que, cada día con más empeño, intentan embarrar su figura.
“…qué habrá hecho la mocosa esta para que le hagan tanto caso…”
Está manipulada por unos padres que la explotan, su mensaje no tiene fondo científico, es el instrumento de las multinacionales de las renovables, haría bien en ir al colegio, todo en ella es demagogia, le prefabrican sus discursos, es antipática y antisocial…todo esto no es más que una muestra de la lluvia de basura contaminante, valga la expresión, que se arroja sobre Greta de un tiempo a esta parte.
No sé si si debe a esa arraigada costumbre, no solo ibérica, de dejar subir a alguien al monte más alto y luego hacer lo posible para ver como se despeña, o por el no menos arraigado pecado capital de la envidia, qué habrá hecho la mocosa esta para que le hagan tanto caso, o simplemente por la repentina amenaza que supone para las sólidas fortalezas de nuestro sistema de producción y consumo, pero lo cierto es que no hay foro, tertulia o chascarrillo que no incluya un dardo contra ella. En realidad, importa muy poco saber si todas estas “críticas” tienen o no fundamento.
Porque nadie puede negar, y desde luego ella tampoco lo hace, que lo trascendente del movimiento de masas por la defensa del clima no está en la persona de Greta Thunberg, ni siquiera en sus palabras ni en sus actos. Claro que ahorrar un vuelo transoceánico y sustituirlo por veinte días de travesía a vela, aunque hay que tenerlos bien puestos, dicho sea de paso, no significa nada para una pandemia planetaria, pero tampoco puede negar nadie que en un mundo que parece incapaz de reaccionar con celeridad y eficacia ante problemas tan graves, son los líderes, esos símbolos vivientes que la historia nos lanza de cuando en cuando, capaces de aglutinar con sus simples gestos las voluntades de millones de personas, los que logran que pasen cosas.
Gandhi, Luther King, Sócrates, Francisco de Asís, el Che, Mandela, Jesús de Nazaret, Alexander von Humboldt, Lutero y muchos otros (algunos elevados a categoría divina) han movido y removido a la humanidad y es difícil imaginar qué hubiera sido de nuestra civilización sin ellos. Como Greta, ellos también sufrieron los ataques de quienes querían negar su liderazgo. Pero fue resistirlos lo que les hizo grandes. En paralelo, la nefasta y denostada influencia de otros, cuyo ejemplo paradigmático más consensuado es Adolf Hitler, no persiste más allá de sus papel de contra-modelo.
Pensemos que el movimiento Fridays for Future, esa marea planetaria de escolares en huelga que la “mocosa sueca” ha desencadenado, está protagonizado por niños y adolescentes que, acostumbrados a seguir a sus héroes, están encantados de mitificar a una heroína que les representa, que se encara con los adultos más poderosos que oscurecen su futuro. Y ella, bien lo sabe, saca su fuerza de esa masa de seguidores entusiastas, inmunes al frecuente derrotismo de los mayores.
habrá que celebrar lo que el síndrome de Asperger tiene de escudo protector
Así que si el síndrome de Asperger ayuda a que Greta Thunberg no escuche a sus detractores, no padezca demasiado con el escarnio a que la van a someter, habrá que celebrar lo que tiene de escudo protector. Quizá ayude a que acabemos por hacer de una vez lo que debimos hacer antes, lo que ya sabíamos. Por mi parte, mi aplauso a esta adolescente que un día decidió empezar a hablar de lo que tantos antes hablaron pero de tal misterioso modo que barrió redes y medios, y puso en pie a toda una jovencísima generación para el bien de todos.
Una pena atacar la idealogía de una niña a través de su patología…
Es sorprendente tu comentario, que sólo puede explicarse porque no hayas leído el artículo, lo hayas hecho sin suficiente atención, o lo hayas prejuzgado y no lo hayas leído en absoluto.
Una pena también, pero nos consolamos sabiendo que coincidimos contigo, aunque no te hayas dado cuenta.