¿Referéndum pactado? Sí, claro, ¿algo más?

La búsqueda de reclamos electorales ahuyenta sistemáticamente la búsqueda y el contraste de verdaderas ideas, tan necesarias en la solución del conflicto catalán

A costa del lío político o pseudopolítico que estamos protagonizando, más propio de un culebrón malo que de un conflicto real grave, venimos oyendo con machacona reiteración, algunas frases que quieren pasar por grandes propuestas ideológicas pero que se quedan sólo en cáscaras vacías. Vale, esto no es nuevo, por supuesto. Podríamos decir, incluso, que ya nos vamos acostumbrando a ello. El gran teatro masivo que alimentan redes, medios y voceros de todo tipo ha llevado a muchos ciudadanos, a muchísimos, a recelar, por no decir que a descreer, absolutamente de cualquier discurso que provenga de políticos.

La única solución al problema de Cataluña es la convocatoria de un referéndum pactado

Éste es el gran hallazgo de aquellos que presumen de comprender las razones de unos y otros y de conocer el único camino a la solución definitiva. Repiten salmódicamente que la actuación judicial no es la solución al conflicto aunque reconocen, con más o menos tibieza, la ilegalidad de la consulta del primero de octubre.

¿Quién ha dicho que la acción judicial sea la solución? Pues que yo sepa, nadie, aunque a ese conglomerado que presume de ser la verdadera izquierda, nueva y pura, le venga bien hacérnoslo creer. Por tanto, señor Iglesias y compañía, creo que llegados a este punto, puede usted cambiar de frase.

Pero qué decir de la sabia propuesta que estos mismos actores enarbolan, henchidos de orgullo, como su gran hallazgo. Su defensa solemne de un referéndum pactado. Apresurémonos a decirlo: también en esto estamos todos, repito, todos, de acuerdo. Porque, señor Iglesias y compañía, lo siento por su retórica electoral pero nadie negará que si existiera un pacto, cualquiera que éste fuera, significaría que todos los que pactaran habrían llegado a un acuerdo. Lástima que lo que debemos resolver, señor Iglesias, usted ya lo sabe, es un profundo desacuerdo. Un desacuerdo que, para mayor gravedad, se basa en la disputa por la propiedad del mismo objeto, a saber, el derecho a ser sujeto político soberano. Por ello, si usted tiene algo que poner encima de la mesa para que ese pacto se alcance,  háganoslo saber. Por cierto, a mí también, que como usted, soy parte de los que debiéramos pactar. Si no es así, lo que es una verdadera lástima, no encuentro interés alguno en su argumento de perogrullo, que es algo así como afirmar que la solución para un enfermo es su curación.

Todos, todos, estamos de acuerdo con el pacto, un argumento de perogrullo

Es lamentable que entre tanto periodismo hiperactivo que, estos días, se trabaja la agitación reinante en Cataluña para aprovechar la avidez de audiencias crecientes y masivas, escaseen los profesionales que hagan algo más que reproducir las declaraciones más altisonantes de los líderes políticos y sociales, llevando únicamente a primer plano todo lo que refuerce la percepción de confrontación. Verdaderamente, los necesitaríamos. Los políticos, expertos jinetes de los medios de agitación propagandística, casi libres de contestación, pueden acabar por convencernos de que no hay nada más que aportar que ruido. Y eso, no nos lo podemos permitir.

 

 

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