La irrupción del fenómeno Wikileaks reabre el debate sobre la función del periodismo y el derecho a la información pero no provoca propuestas sobre su necesaria desmercantilización.
Julian Assange es el nuevo adalid de la libertad de prensa. Ha merecido incontables elogios y premios por su aportación a la sociedad civil gracias a su Wikileaks, ese centro de recolección y publicación de secretos oficiales, cuyas bombas informativas han desatado las iras de los círculos de poder que, hasta ahora, habían podido mantenerlos en la sombra.
El debate sobre cómo ha de defenderse el derecho a la información, siempre enfrentado al control que distintos actores públicos o privados ejercen sobre la comunicación es, en sí mimo, sumamente oportuno, en un momento en que se resquebraja la estructura periodistica clásica y la nueva sociedad en red toma el relevo. La función periodística está siendo revisada a marchas forzadas como consecuencia, entre otras cosas, de la crisis empresarial que le ha sobrevenido tras la consolidación de Internet. Wikileaks ha venido ha evidenciar, además, la decadencia del periodismo como contrapoder efectivo, más allá de su crisis estructural.
…puede que vayamos a un nuevo
estándar en que la gente espere y demande
material que exponga más a los poderes; y
un entorno comercial en que este tipo de
exposición sea rentable.
Julian Assange
Sin embargo, es muy preocupante que un hombre como Assange, tan consciente de los resortes que posee el poder para controlar y someter la información, persista en una concepción meramente mercantilista, aunque renovada, de los medios de comunicación. En la reciente entrevista que concedió a Joseba Elola, de El País, Assange parece apostar por un futuro absolutamente continuista, donde la información esté, una vez más, sujeta a criterios de pura rentabilidad comercial. Es muy descorazonador comprobar que, ni siquiera él sea consciente de la perversión que esto supone, que hurta a la sociedad civil la propiedad de la información que tanto y de forma tan trascendente le afecta. Quizá sin darse cuenta, el fundador de Wikileaks sea fatalmente otra víctima de un sistema que todo lo compra, con tal de que las audiencias valgan la pena.
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