La campaña contra la separación por sexos en los colegios españoles esgrime principios constitucionales como base para sus pretensiones, incurriendo en fraude de ley y exhibiendo su falta de argumentos.
No faltará quien se me eche encima por escribir este artículo, lo que forma parte de la ley de la gravedad que, en lo social, hace que siempre pese más lo políticamente correcto que lo que se opone a ello.
Pero también es un hecho comprobado que, para defender lo comúnmente aceptado, no se requieren apenas argumentos, pues los que escuchan asienten desde el principio, como aquellos perritos de cuello articulado que adornaban los coches hispanos de los años sesenta.
Por ello asumo tanto mi obligación de explicarme con ahínco y precisión, como que tengo asegurada la general desaprobación. Gajes del bloguero.
Hace ya tiempo que se alimenta en los círculos implicados en la política educativa de nuestro país la idea de combatir, mediante la supresión de ayudas públicas, a los colegios que segregan los alumnos por sexos. El Gobierno autónomo de Cantabria se ha erigido en el pionero de esta medida que, a tenor del coro multicolor que la aplaude, amenaza con extenderse.
No entro ni salgo en un debate que, paradójicamente, apenas se ha planteado. El que quizá pudiera iluminar con cierta seriedad el dilema entre enfoque mixto y segregador en los centros educativos. Aunque ,seguramente, acabaría llevándonos al fondo de la cuestión, el polémico derecho a la libertad de enseñanza, incómoda cuestión por cierto. Pero, ante las repetidas alusiones periodísticas a las implicaciones constitucionales del asunto, que estos días pueden leerse y oírse, no puedo resistirme a defender el arrinconado, vapuleado y ninguneado sentido común.
Nuestra Constitución otorga derechos iguales a mujeres y hombres, advirtiendo explícitamente contra las prácticas que no respeten este principio, tal compo se expresa en su artículo 14, arriba reproducido. Pero, que yo sepa, nunca se ha interpretado esta igualdad como la imposición de que toda actividad sea mixta. Separar no es discriminar, es sólo separar. Quienes quieren optar por una educación separada no rechazan la escolarización de las niñas o de los niños sino de escolarizar a ambos en aulas o centros distintos. Exactamente como hacemos cada día, sin que nadie, hasta ahora, haya protestado, en aseos públicos, vestuarios públicos, corales y danzas públicas, peluquerías (privadas, públicas no hay) e incluso en nuestro sacrosanto espectáculo, el rey deporte.
Si de lo que se trata es de abolir el sexo que me avisen porque, lo que es yo, me ofrezco para la reserva que, a buen seguro, quedará en nuestros parques zoológicos para mejor educar en la historia de la antropología a nuestros futuros “alumnes”, que “alumn@s” es muy difícil de pronunciar.
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