Ya se ha cumplido un año desde que abrí esta ventana. Una ventana asomada a no sé muy bien qué. No sé si a un ruidoso e imprevisible patio de vecinos o a un horizonte lejano y brumoso. Al cálido rumor de los amigos o al frío silencio de la soledad. Crujen los goznes, a veces, cuando un miedo helado me congela el habla y la tentación es cerrarla. De vez en cuando me dejo llevar por ruidos lejanos, las risas y los llantos que trae la tarde hasta el alféizar. A veces, las sacudidas de mi indignación hacen crujir el marco y muchas, muchas veces siento un vértigo indefinido que me invita a tirarme, a abandonarme. Porque ahí afuera están mis enemigos pero también mis amigos, mis amores y mis dolores. Conocidos unos, desconocidos casi todos, me miran sin oírme o me gritan sin mirarme. Sólo espero estar a su altura y que mi ventana quede bien plantada, sea siempre la mía y así se sepa, no sea un agujero del que sólo brota maleza y la sombra del olvido.
Hoy, me asomo para enseñar mi copa y brindar por todos nosotros, los que hemos estado aquí y los que habéis estado allí y, alguna vez, habéis vuelto una mirada hacia esta ventana. Gracias y ¡Felicidades!
L. Eduardo Löwenberg
Un respetuoso saludo, maestro;estás ya casi alcanzando el estado de sublimación intelectual, que debe de ser el predecesor del NIRVANA.
No hace mucho que he sabido de la existencia de tu “blog”;los que somos de letras no estamos muy al día de las nuevas tecnologías, y en cualquier caso, nos cuesta Dios y ayuda entrar en ellas.
Ello no obsta para que, de vez en cuando, dé una mirada a tus reflexiones escritas, ya que ahora no puedo oírlas de viva voz, como hace tiempo.
El mundo, nuestro pequeño mundo, sigue necesitando voces críticas, casi siempre minoritarias y a menudo impopulares, para cuestionar una realidad que nos venden demasiado fácil y de la forma que quieren.
No te pares, mientras tengas fuerzas;nos hace falta tu mirada sarcástica y muy a menudo cáustica;sigue flagelo, pero no pierdas nunca el sentido del humor.
Con cariño.